lunes, 10 de octubre de 2011

ConCienciaDos

Parece sencillo, pero no lo es. La capacidad de abstracción para realizar una operación matemática tan simple como la de arriba es una de las ventajas evolutivas que ha puesto a la humanidad en el sitio donde se encuentra en el planeta que habitamos. Para lo bueno y para lo malo. Para la salud y para la enfermedad. Parece sencillo ahora, pero detrás de esa capacidad hay muchas generaciones perdidas en el tiempo y muchos milenios de entrenamiento: el hombre es el único animal que hereda -socialmente- los caracteres adquiridos, aquellos que sirven para el pleno desarrollo de su inteligencia en todas sus manifestaciones -desde el mejor lenguaje hasta las peores ideas- y también para evitar, por ejemplo, que un recién nacido muera a causa de una diarrea producida por alguna bacteria oportunista que pasaba por allí, o que el Apolo 11 se quede en tierra por el dolor de muelas de alguno de sus tripulantes… Esa herencia social, que nos diferencia de tantas otras especies de seres vivos, nos permite, entre otras muchas cosas, transmitir a las generaciones futuras -¡ay, pobrecitos..!- que el dolor de muelas se mitiga con un compuesto presente en la corteza del sauce blanco, identificado como el ácido salicílico y sintetizado para su uso comercial con el nombre de aspirina después de varios siglos de pesquisas y aprendizaje al respecto. Parece sencillo. Mejor dicho, parece mentira que detrás de la llegada del hombre a la Luna y de la aspirina que algunos nos tomamos cada dolor de muelas, haya habido, por ejemplo, un clérigo inglés que anduvo masticando, hace ahora doscientos cincuenta años, extractos de corteza de sauce blanco para comprobar sus efectos antipiréticos. Parece mentira, pero es así -pesquisas y aprendizaje- como adquirimos el conocimiento científico que heredarán nuestros hijos. Si nos dejan, claro. Ahora que lo sabemos, es más fácil. Ahora, sí:

No hay comentarios:

Publicar un comentario