sábado, 5 de noviembre de 2011

Querido Príncipe

Querido Príncipe Felipe,

Nos llegan a la Villa y Corte noticias muy preocupantes desde Valencia, donde el Centro de Investigación que orgulloso ostenta el nombre de Su Majestad, vecino y hermano menor arquitectónico de las notables obras de Calatrava en la Ciudad de las Artes y -vestigialmente- las Ciencias, vive días apocalípticos. He aquí el cuento.

Érase una vez un país próspero y boyante gracias al negocio de la construcción y el turismo, en el cual un príncipe bueno y sus consejeros crearon con las mejores intenciones un Centro de Investigación de excelencia. Para ello congregó a los sabios y les dio lo necesario para llevar a cabo sus investigaciones. Estos sabios no eran alquimistas ni magos, sino honrados biólogos moleculares, bioquímicos y genetistas que habían aprendido de otros sabios extranjeros sus nobles artes para entender mejor las causas últimas de enfermedades muy dolorosas cuyo remedio no conocemos aún. Como no eran magos, no podían curar las enfermedades y, como eran honrados, no podían prometer que las van a curar mañana, sino aportar el conocimiento necesario para que esa cura fuese posible en el futuro. Durante unos años los ciudadanos de ese país vivieron felices y orgullosos de albergar un Centro de Investigación tan puntero. Pero un día, el hada mala del capitalismo neoliberalista sin escrúpulos sumió al país (bueno, a ese y a todos los de alrededor) en una siniestra crisis. Los consejeros del Reino se vieron obligados a recortar sus -ya no tan boyantes- presupuestos y decidieron eliminar lo prescindible, lógicamente. Sin embargo, estos consejeros, muy cortos de miras ellos y cegados por el hada mala, cometieron un grave error… No eliminaron lo prescindible para su propio bienestar y sus aspiraciones, sino lo imprescindible para el progreso de su tierra y sus conciudadanos. En lugar de recortar sus carísimos trajes y otros dispendios diversos relacionados con malas gestiones y organización de festejos diversos, decidieron cortarle las alas a su inversión de futuro en Investigación y Desarrollo en Biomedicina, empezando por su buque insignia. Desde entonces, la Ciudad de las Artes y las Ciencias relegó su parte de “Ciencias” a la exhibición de dinosaurios de cartón piedra que hacen “grrr” y a la privación de libertad de dos pobres belugas y un puñado de pingüinos que no pintan nada por estas latitudes, los pobres.

El final del cuento no está aún escrito, pero si Su Majestad ha estudiado Historia sabrá que comer perdices va a estar complicado esta vez… A continuación viene una edad de oscurantismo. Es lo que toca. Recuerde si no cómo las acomodadas clases dirigentes de otras civilizaciones mediterráneas de base tecnológica, por ejemplo la antigua Roma, dilapidaron ciegamente su capital en fastos y malas gestiones descuidando el consejo de sus sabios y descuidando de paso a los propios sabios. Si los pilares de la Sociedad del Bienestar son la Sanidad y la Educación, los del progreso son la Investigación y el Desarrollo. En Valencia se está dando al traste con todos: la Sanidad necesita a la investigación para avanzar; la formación de científicos de élite es costosa y maltratarlos no es una buena noticia para el sistema educativo; despedir investigadores es alimentar la fuga de cerebros… Pero despedir a los que han luchado épicamente por establecer una investigación científica de calidad contra viento y marea en este país con mentalidad de ladrillo es simplemente nefasto. Un Centro de Investigación no es como una falla que cuesta mucho trabajo levantar para luego quemarla con mucho dolor de corazón y mucha fiesta. De esta falla (y acaso también de la de la Universitat) hay que indultar a todos los ninots por mucho que diga la Fallera Mayor que es tiempo de cremà. Seguro que hay fallas en otras plazas cuyo sacrificio en el fuego no es un pasaporte seguro hacia el oscurantismo científico.

Disculpe Su Majestad este discurso, acaso inútil, cuyo fin es abrir sus nobles ojos a la miopía socio-política que manifiestan algunos de sus súbditos. Y colorín, colorado, si seguimos ERE que ERE, esta Ciencia se ha acabado.

Sincerísimamente,

Dr. José Conrado,
Profesor de Universidad Pública en Crisis de la Villa y Corte

6 comentarios:

  1. ¡Hombre, cuánto tiempo sin saber de Conrado! Lástima tener que leerlo en este tono tan lúgubre y, lástima, cargado de razón.

    Excelente texto. Brillante exposición de los hechos. Triste realidad.

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  2. BIEN C.Ñ. BIEN, no bajeis la moral, relatos como éste no deben de parar.... QUE SE J.D.N en el fondo os envidian porque sois felices con lo que haceis

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  3. Este cuento acaba con felices sueños? o los sueños felices se acaban?
    Al menos yo le prometo señor príncipe que los ciudadanos de su reino lucharemos por ellos, nuestros sueños.

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  4. Que efectividad real crees que tiene elevar tu queja al príncipe Felipe?, tu carta me hace pensar en las personas a las que se les ocurrió poner semejante nombre a tu centro de trabajo. Yo que trabajo en el CSIC y me voy al paro a finales de mes, no me quejaré a los herederos de Ramón y Cajal, o a López Neira, o Jaume Almera,o vuestro primo Yufera, aunque le hayan dado nombre a nuestros centros.

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  5. Ninguna, cierto... Realmente era un simple artificio literario, para darle un aire surreal disney-epistolario. No lo escribí con ánimo de que el Príncipe lo lea... Es triste decirlo, pero ahora debería rebautizarse Centro de Investigación Duque de Palma (CIDP, ¿os gusta?).
    Ánimo a todos.

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